Remanso lleno de espigas;
oda a la melancolía;
de unos labios que no sienten
tu boca haciéndola mía,
de una manos que no palpan
tu tibia piel en la aurora,
de unos ojos que no ven
cuando el rocío hace gotas,
de un vagido que se evade
entre jazmines y rosas,
junto a los céfiros tenues
de noches frías y solas,
que van secando las hojas
de un árbol que se hace añejo,
y peregrino en las sombras
del recuerdo de tus besos.