Parece ser que el cielo,
desprendido del sigilo
anda unido a la tierra.
A sus espesos bosques
y oxigenantes selvas.
A las frágiles ramas que se parten
y a los robustos troncos que resisten.
A su hierro y su cobre.
A su oro y carbón.
A sus fuentes y ríos.
A su plenitud y exuberancia.
A su grácil desorden...
y, cómo no, también,
a su desnudez;
limpia e irreversible.
Parece ser que el cielo, ¡magistral!,
igual dispone de la fresca lluvia
que le regala la voz a los ríos;
como del seco y áspero polvo,
cual al hambre y la sed de áridos desiertos,
les dona la mudez, pronto las acalla.
Con destreza este cielo puede labrar
las dunas más oscuras,
e impregnar de deseos cualquier noche,
haciéndola estrellada.
Generoso y magnífico: este cielo.
Ni xenófobo, ni elitista.
Tan simple como aquellos lapiceros
de colores, que el niño, (desde temprana edad),
bien utiliza para componer, y comprende.
Cielo, tú globalizas:
no seccionas tu espacio
con estados o países.
Por ser ineficientes,
a las fronteras las tienes exiliadas.
Gentil: tu inmensidad,
vuelca su aliento en las montañas:
nubes que, repasando altas crestas,
resguardan tanto aristas muy agudas,
como la redondez de inhospitos glaciares
que corretearán siendo agua,
(más tarde), persiguiendo otra agua, ¡ya salada!,
donde reposa un mar,
en cual todos los sueños son esparcidos,
junto a los minerales que aguardan.
Parece ser que este cielo,
nunca se cansa de amamantar cuentos.
Inocente: su azul vierte en los mares,
y su sangre le da; como fuego inenarrable,
al primer albor del día: a cada mañana.
Parece ser que el cielo,
ama desde hace algún tiempo a la tierra.
Decidió desposarse con sus suertes,
para darle a nuestra vida lo mejor;
la elección arbitraria.
Así fue como abrió nuevas veredas,
multiplicó las sendas y caminos,
para que, libres nosotros, los hombres,
decidiéramos donde poner la próxima pisada.
318-omu G.S. (Bcn-2013)