Ni una palabra sana
sale de la sabia.
Mi labia estila entre:
sus piernas, caderas y sus labios.
Me inspira y turba,
me castiga, sin palabras
destruye mis ansias.
Ella es turbia y mezquina
sin clave de acceso
me inspira,
no sabe lo que busca
tal vez si... Me martiriza,
sin mucho o con poco
solo verla me deslumbra.
Mi musa; paradoja del destino;
un capricho;
el mío, que sea mía
sin censura
verla desnuda, al vacio,
contemplar su manantial de vida
que estila entre esculturas y
escrituras, que cambian la historia
y que cura,
que envuelven planetas y me alivian.
Sus formas cíclicas, sus cadenas contorneadas
que oscilan entre frio y blanco
del color más fino y
ese sello que firma y
reafirma nuestro pacto,
una fusión de mundos
una simbiosis extraña
que cultiva y cierra
el misterio de la parábola y esa
geometría que termina en
perfección de dos cuerpos
y sus almas sin piso
entrelazadas al vacio… infinito.