Al caminar del tiempo, entre estertores del invierno,
Que reacio, se niega a partir, primavera compartida,
Y mientras en la vereda, se encuentra el andante vivo,
Los pasos cansados, los movimientos errantes, fríos,
Y entre bruma y la luna tenue, que brilla con melancolía,
Tu recuerdo, a mi alma entibia, sueños compartidos,
Entre rosas y blancos, que a tus piélagos visten, salmón,
Que entre las ramas se vislumbra, con sensualidad,
Y tu aliento, que en la brisa, las promesas, atraviesan.
A las huestes se preparan, con calma chicha, las armas,
Y entre cantos de verano ardiente, sus destinos llaman,
Y con el canto melodioso de las libélulas, la adrenalina,
A los cuerpos tensa, noche santa, que arroyos purpuras,
Se vislumbran en la madrugada, hojas que resuellan,
Mientras las huellas se pierden, en medio de la ausencia,
De arenas y tierra, noche fría, noche de carencia que mata,
Noche sin estrellas, si aroma y sin alabanza, oscuridad clara,
Utopía de la vida, mientras el sereno llega, la sangre hierve.
Y entonces en medio, del desierto, tu caricia, en forma de pétalo,
A mis sienes llega, y como magia, el cuerpo responde, revive,
Mientras en la distancia, entre las montañas, tú alma deslumbra,
El paso agreste, en suave camino convierte, los dolores calmas,
Con paciencia y amor, al alma sana, delicados aromas brotan,
Entre los cantos de las cigarras, los coyotes callan, extasiados paran,
El paso del tiempo se detiene, para sentir la delicada caricia,
Que de tu espíritu enamorado, me tranquiliza, melodía de amor,
Que entre el firmamento y la tierra, al mundo envuelve, cobija,
Mientras el salmón baja, y los cuerpos se embriagan de amor,
Que a la travesía, con denuedo, a los seres que se aman, amalgama