la negra rodriguez

HUIDA

Huida

Luego de  momentos de incontable angustia frente a lo inevitable, por no quedarme esperando un no sé que, por no desesperar frente a la virtualidad y saborear mis fracasos, en un arranque de   desesperación, metí en una mochila unos cuantos trapos y salí, me fui, a un viaje  corto.

Compré el boleto de viaje, en una buseta íbamos solo cuatro mujeres y el chofer. Me senté en uno de los asientos traseros, para ir sola con mi desolación. La carretera se abría verde,  fresca amplia y comparé  esos caminos,  con otrora caminos, casi desérticos, pero, que se volvían de plata  bañados con mi ilusión de un hermoso encuentro . Hoy, por ser temporada de lluvias,  estos caminos  que eran  las vías de mi escape  estaban exuberantemente verdes y sobre  ese verdor vertí lágrimas  de  dolor y amargura. Contemplaba las caídas de agua y los comparaba con los llantos del alma. La noche se precipitaba vertiginosamente y los cerros  y el cielo sin luna ni estrellas,  se volvieron como sombras fantasmales. Y me sentí parte de ese paisaje escabroso. Mis ojos aún en estallido de lagrimas  no cesaban. Llegué a mi destino pasada la siete de la noche. Como siempre  mi familia me recibió alegremente. Pero yo, no podía disimular mi estado de ánimo. Me quedé dormida temprano, (poco usual en mí), pero  en la madrugada despertaba con sobresaltos y sin ya poder conciliar el sueño, esperé que amanezca. Así fueron las dos noches que dormí fuera de casa, con la esperanza de que en otro lecho no sentir la soledad. Pero, me di cuenta que por más que queramos escapar de las penas, ellas van donde vamos, y  en un  intento de fuga, me encontré a mi misma y me sentí en actitud absurda.

Hoy, 3:30 p.m. inicie mi viaje de regreso; pero fue diferente, el mismo camino por donde dejé mi corazón desgarrado en cada  vertiente en cada cerro en cada horizonte, me saludaba con una danza de neblina y un  constante movimiento de ramas de pinos de eucaliptos, de cipreses y  de quinoas. En medio del páramo, frío y oscurecido por la densa neblina, mi cuerpo sentía un extraño calor. Y era como si estuviera en medio de una hoguera; pero por primera vez en mucho tiempo sentí calma, sosiego. Y pensé  en el ‘’Ave Fenix’’.

Llegué a casa,   abrace a mis nietos y mis  hijos.  Volví  a esta virtualidad  que me atrapa y me sentí como en casa. Pero  hoy, rompí cadenas  a la tristeza y  sentí que una nueva mujer me habita.