A los pies del amo el perro
se acurruca zalamero
mostrando en gesto sincero
sus gratitudes de fierro;
es su quietud testaferro
de impaciencia valedera
que solapa inquieta espera
en sus ojos vivarachos;
faros de amistad borrachos
de honestidad verdadera.
El hombre carga consigo
el peso del pensamiento
que hace solemne al momento
y es de su valor testigo;
tiene un perro por amigo
al que de afectos prodiga
aunque quizá no consiga
interpretar bien sus gestos;
más hace de ellos pretextos
que su misterio mitiga.
Extiende el amo la mano
sobre peluda silueta
el perro de ansias se aquieta
con el suave tacto humano;
lame y salta siempre ufano
agradecido y sincero
festejando a compañero
dónale su lealtad;
dejando en esa amistad
el corazón por entero.
Hombre y perro compañeros
binomio de lo entrañable
que en conjunción inefable
atan lazos verdaderos;
caricias son derroteros
de amistad gentil y pura
expresada con soltura
hace especial el momento;
con llano desprendimiento
ambos se brindan ternura.
Qué no le da el perro a su amo
qué no da el amo a su perro
si en confraternidad de hierro
no hay avaricia o reclamo;
es entrega en todo tramo
que en transparencia absoluta
de la sencillez disfruta
desde el gesto honesto y llano;
cuando el corazón humano
simplicidades trasmuta.
Lame lo amargo del llanto
abanicando esperanza
celebra en inquieta danza
gimiendo su agudo canto;
exorciza el desencanto
con saltos de algarabía
desenfreno de alegría
lenguaje de conmoción;
desbordado en emoción
la tristeza desafía.
Amparo en la indefensión
a su intrepidez atento
proveedor de sustento
acervo de previsión;
consumador de ilusión
voz clamada en hermandad
sanador de enfermedad
caricia en benevolencia;
que entregada con consciencia
esparce fidelidad.
Sentado junto a su dueño
el amo del can pensaba
y perro que lo miraba
con escrutador empeño;
palpa sentimiento en ceño
y olfatea el pensamiento
bosteza su aburrimiento
entre guiños de ternura;
tendido en laxa postura
se rasca de amor sediento.