Tú naciste para comprenderme, no,
a pesar de que tu hueso era de la misma patria.
Agita a Latinoamérica, para obtenerme.
Nuestra tierra,
el panal de nuestra enlosada añoranza.
La penumbra mexicana
es México hijo de nosotros y padre nuestro
e hijos suyos y sus padres.
Yo no nací en Ecatepec
pero aquí está mi sangre concedida,
esta carne que no finge su competente municipio
donde Ehécatl se besa propio por su altura;
ya no es el viento, es el cerro.
Levanté un cementerio para besarte
hoy que te me hiciste llanto,
que te vas en una servilleta,
como tumba.
Por buscar tu pecho,
se me rompieron las axilas de tanto estirarme en tu sombra.
Esto es un beso que no tengo:
gusano para la cadena,
labio que se esfuerza
y se duele por darte el pueblo de las distancias.
Para animalizarte no debí amarte,
pero en delirio de mi ofrenda, vivo,
igual que a un ahuehuete,
para la yugular estercolarme.