El mundo está lleno de poesías,
enardecido en laberintos perpetuos,
Ho dama melancólica¡
El hechizo de tus ojos son mi perdición,
como el más triste de los inviernos,
o el más frío de los lugares.
Es esa voz distante,
como ecos que resuenan sin sonido,
hecho trizas en el viento,
convertidas en estatuas de sal viva,
serenas, pasivas,
en valles intermitentes,
y cañones profundos,
labrando la poesía,
los versos tatuados,
en la espalda de las montañas.
cercenando visiones milenarias,
con espadas cinceladas de brillo de oro.
Amargos como el azúcar de tus labios,
Ho dama melancólica¡
Es inconsistente como uvas cargadas de cerezos.
La tarde lleva a cuestas un tres desvariado,
perdido en los surcos de trigales,
donde los pájaros hacen sus nidos
y se despiden de los días que nunca jamás serán,
como los versos que dispersan por el mundo.
Así, tal vez como las frutas de los bosques.
Mi corazón erra el disparo certero.
Algún día me volveré a enamorar,
o quizás no me enamore nunca,
Dama melancólica,
impregnas mi corazón de espinas.
Estos son mi lamentos,
mis quejidos del alma,
lo que mis ojos ocultan,
aquí puedes ver cuán triste me dejas.
Atenido de frío,
estático, desposeído de encantos,
ya no me veo como el salvador
de inútiles batallas perdidas,
de migajas desgarradas de un cuervo
solitario, que me mira desde lejos.
Amor desventurado, sin rumbo, sin partida.
En lo sustancial de los hechos,
En lo intangible del alma
rehusó a evocar recuerdos tardíos,
que vienen a mi
cual si fuesen aves sedientas en una borrasca pedregosa.
Te fundes en mi cuerpo, como lava volcánica ardiente,
Teñida así de elegancia,
¡Ho dama melancólica!
Sigo como piezas rotas
de un reloj ancestral
en esferas calcinadas por el tiempo
y la lluvia perfecta que amarra nuestros corazones.