Nací ayer, en medio del refugio de la noche,
detrás de las palabras del idioma,
de adentro de la magia de mi madre,
delante del pasado y del presente,
debajo de la vida y su utopía.
De dónde soy, de dónde vine,
De qué lugar sacó Dios el polvo para construírme,
Acaso del mediterráneo de Quevedo,
O de la arena sepulcral de los mariscos.
Qué soy y qué tengo,
a caso una raíz desnuda
O una sombra antropomorfa
amante de la paciencia y del raciocinio,
un tono de voz ligado al desastre
o un ser de mil huesos y de sangre.
Nací ayer, testigo fui del transformismo
De la femeneidad a la locura,
Conquistador del génesis de la paciencia,
Mientras veía al tiempo huir a su escondite marino.
Fui testigo del transformismo,
De la limpieza a la basura,
de la esperanza hasta el pesimismo,
y del cielo a la infinidad turbia del infierno.
Crecí ayer, en la ciudad de las hojas,
Allí, en donde el azul y el amarillo se hacen uno,
en donde el sol se hace pasar por luna llena,
Mientras el bosque se volatiliza
hacia el cielo en su carreta de humo,
para ir y no regresar como ceniza.
Crecí ayer, junto a mis uñas y mi pelo,
En medio del sosiego de lo abstracto,
En esa miosis y midriasis de la vida,
Entre el hambre y la saciedad de lo implacable,
arriba de la silueta de mis pies,
como dos copas invertidas.
Morí hoy, sepa yo de qué manera,
si fue de espalda o en decúbito lateral,
si me autoayudé o me ayudaron,
si estaba satisfecho o con el estómago vacío,
cómo darme cuenta entonces si morí,
a quién acudo para averiguarlo.
Bugues.