Hay cielo
Yo no sé dónde acaba la amargura,
yo no sé con qué voz se cura el duelo,
pero puedo decir que en la locura
de los besos no hay dios, pero sí hay cielo.
Con ello basta, tengo más ternura
que la del gris gorrión que emprende el vuelo
y entre zarzas comprende que no dura
su ilusión más que el golpe con el suelo
Allí no estoy, ni es polvo mi estatura,
ni es viento mi ansiedad ni otoño el pelo
que agito en mi caer por hallar cura.
Y allí no quedaré, que a amarte apelo
y alado ya me voy sin la basura
que barre en la ciudad el desconsuelo.
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