Te ofrecí mi mano
Y la rechazaste,
Cuando me di la vuelta,
Corriste hacia mí,
Abrí mis brazos,
Te acune en la oscuridad,
Renacimos los dos,
Entre besos y silencios,
La separación era un tormento,
Gozaban nuestras almas,
El roce con las manos,
Traspasaba la piel,
Y nos fundíamos con mil sabores,
Tus ojos eran inacabables,
Con tantos matices,
Como las hojas en otoño,
Tus caricias llenaban,
Mi carne, mi mente.
Hasta mi razón,
Dejo de tener valor.
Solo importaba sentirte,
Era un regalo inesperado.
Un amor tan inconmensurable,
Como la sal contenida en la mar,
Tan apasionado como el fuego,
En las hogueras de San Juan,
Tan sensible como el roce,
De una cálida lagrima,
Mostrando tu corazón
Y saciando mi sed.
Tan profundo que aun hoy,
Su recuerdo esboza,
Una sonrisa en mi alma.