Que cada noche te recibo,
durante el día solo, silencioso,
espero tu llegada con paciencia.
Cuando el sol se muere,
me lleno de alegría, de calor,
para acoger tu cuerpo.
Se extiende, se expande
para abarcarte toda,
cuando estás con él,
está despierto, no se duerme,
se conforma con solo tocarte.
Cuando te cambias de posición, suspira,
porque otra parte de ti
empieza a acariciarte.
A veces te desnudas,
y a tu piel refresca,
y más se une a ti.
Es un gozo divino el sentirte,
solo siente la hermosura de tus senos,
y como palpitan.
Al voltearte y tus pezones lo rozas,
se extiende o se arruga
para darte espacio.
Tampoco mira tu vientre
y como te abandonas a él.
Ni el color de dorada luna
de tus piernas,
ni el bosque del amor
en el delta de las mismas.
Te percibe y te huele
y mientras tu dormida,
se va impregnando de tu olor,
de tu sudor, de tu esencia.
En la madrugada sientes frío,
te acurrucas.
Como amante enamorado
te abraza, te cobija
y te invita con un beso a dormir.
Al llegar el alba, se esfuerza
para que no lo dejes solo.
Y sientes ganas de seguir con él.
Y te llama y te pide
¡Quédate conmigo otro ratito!
Y casi a fuerzas te desprendes.
Durante el día,
guardará tu amor y sus caricias.
Y al volver,
cuando despiertan las estrellas,
como cada vez, te estaré esperando.
Y aunque no te hable,
al entregarle a mi lecho
toda tu suavidad,
murmuraré en silencio:
Amada mía,
cada noche estoy contigo.
Cada noche lo celeste viene
en la caricia y el beso de tu piel,
mientras mi lecho, recibe a tu cuerpo,
y mi corazón tu alma.
EL POETA DEL AMOR.
MÉXICO.