Hay palabras que dicen mucho -ni siquiera hablan-
como silencio... ¡¡callan! -d
u
e
l
e-
me duelen las palabras;
como silencio agudo
que..., abre mis costillas
para
hacer
nacer
un corazón
escrito
con oxido
y fermentar el metal de mis ojos pálidos
agonizando en la gravedad de mi muerte.
Y los médicos del pasado saturan el oxigeno
engendrado en mi pecho...,
no es que muera, pero me siento muerto,
y no es que viva, sintiendo la vida
aún así miró el cielo estrecho de mariposas
anunciando la ida del despertar de la dicha
condimentada en un laton de aceite enferma
que despega la razón de mi pecho... -y duele-
como la dolorosa forma de permanecer en un detalle
mirando
quemar
mis ojos,
en la humedad del musgo,
cuando
crece
verde
sintiéndose tan gris de no atrapar la vida...,
siendo hereje de sus reglas
para enaltecer una gota
que llueve como herida
de un cielo condimentado de veneno,
y aquí sigo con mis palabras torcidas,
mirando al metal fundir el fuego
tras los indicios de una febril lágrima
asesinando cada rencor de mis ecos
ya cuando no es la sal el condimento
de mis años heridos por el tiempo...
- que despegan al sol agonizando
en la huella estrecha del cielo... ,
¡y duele! duelen las palabras, duelen los versos
como me duele el alma, y también mis silencios
duele la ausencia, y...
el frío laton
del firmamento
duele mi boca , y...
la herida
que yace abierta
cuando son los ojos
que caen en su vuelo
duele como la última palabra -un adiós-
como duele también un beso muerto
duele como deshojar la luna marchita
y en la acústica del universo
ver
llover
los astros
ante
el luto
que llevo en mi pecho.
Abril, 2010.