Jesús Lantigua

NAVEGANDO

Navego por tu mirada

en un arca de frambuesas,

armando rompecabezas

con la pupila mojada.

Te sonrío. Casi nada

es ajeno a la arteriola.

Parte el mar la febril ola

de otro guiño sumergido.

La estela congela el ruido

del corazón; lo consola.

 

Y, yo, casi descubriendo

este parto de tus ojos,

llenos de luz los cerrojos

que están muy dentro, creciendo.

Hay como un brote latiendo

mitad de carne y de flor.

Sólo fenece el temor

en aluvión de temblores.

¡Tus ojos son dos albores!

¡Cosa extraña es el amor!