Navego por tu mirada
en un arca de frambuesas,
armando rompecabezas
con la pupila mojada.
Te sonrío. Casi nada
es ajeno a la arteriola.
Parte el mar la febril ola
de otro guiño sumergido.
La estela congela el ruido
del corazón; lo consola.
Y, yo, casi descubriendo
este parto de tus ojos,
llenos de luz los cerrojos
que están muy dentro, creciendo.
Hay como un brote latiendo
mitad de carne y de flor.
Sólo fenece el temor
en aluvión de temblores.
¡Tus ojos son dos albores!
¡Cosa extraña es el amor!