He de mirarte en mis manos llenas de tiempo
y en mi penumbra nueva vestida de nostalgia.
He de escribir el aire de los días con tu nombre
hasta que los días digan basta y se vuelvan solamente
una noche y otra noche. Sin paréntesis, sin descansos.
He de ser quien más te entregue en la poesía el aroma
de un jardín amanecido, el rocío de veredas innominadas,
el temblor azul de las estrellas, el ondular de una luna sobre el río.
He de imaginarte con los ojos ebrios de paisaje y primavera,
con las risas de gorriones en tu falda y tus pequeños pasos
cruzando felices umbrales de futuro.
He de soñarte tibiamente como se sueña un tibio rayo
de sol en el otoño. O tal vez bravíamente cual torrente
de tu mar, allá tan lejos.
He de estar aquí, como un refugio de brazos extendidos
sediento de tu brisa que bese el blancor de mis cabellos,
dentro de una ilusión que lenta languidece
a cada palpitar de un corazón enmohecido.
Y tú, mi amor, mi amor por siempre,
has de ser el alba que ilumine todos mis espejos,
hoy, mañana, constantemente,
hasta que mi último atardecer se apague y me lleve conmigo tu sonrisa,
tu voz, tu mirada, tu ternura, tu todo hacia mi todo
que ya no será nada.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
Fotografía de Silvia B. Calderón.