Natalicio
Y claro que nací, por eso muero,
por eso es que perdí cien mil batallas,
por eso me celebro en aquel día
en que mi madre tuvo un hijo con mi piel y mis orejas.
Recuerdo el lago verde al otro lado de la vida,
allá donde la gloria no importaba demasiado,
ni la fortuna ni las metas del que no entiende que no hay nada
después de aquel después en que se nace para amarnos.
Y claro que lloré, no me dejaron tomar nada,
ni la eterna libertad en aquel ánfora de sangre,
ni la sutil indecisión ante las puertas del concurso,
debí nacer, chorrear mi llanto, amamantarme,
patalear entre los brazos de una enfermera sin aureola,
de algún doctor sin sindicato, de un par de padres alelados.
Yo los miré con mi mejor sabor a cielo,
yo de inmediato me arrugué entre sus caricias portentosas,
supe que amar era verdad para esos seres
que, decididos o no tanto, me convocaron por la noche a cada estrella.
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07 04 13