chrix

Es por eso que te quiero.

Quisiera transpirar cristales de  palabras

gotas en garras que rayen el cielo,

que mis prendas  descepen lo mudo que soy en el

telar de esta vida,

y callar con el hilo, y el color, pero humedecerte de

lo que no vas a escuchar de mis cuerdas ahorcadas

con  nudos de maromas  en navíos a punto de naufragar.

Cuando un barco toca el lecho donde empieza su equilibrio

y descubre la tierra al besarla, su ancla se desconcierta,

sus oxidadas lagrimas no tienen sentido al confundirse con el agua,

la muchedumbre cabalgando en oxigeno

 lleva el éxodo de hierros sin razón de ser rígidos,

ya no necesitan frenar al destino y atravesar al tiempo,

la impotencia llenan sus pulmones compactos, entonces

el agua es la misma bala que mata dos veces al mismo tiempo y en el mismo lugar.

Entonces  en la agónica mirada a esos corales, surge un deseo…

 

“Como quisiera que me salves,

que tu pecho escamotee mis latidos

haciendo que mi horizonte no tenga curvas.

Descansar en la galera de tu sonrisa, ser dócil para tu acto de amor,

sentir la magia de tus yemas calmar esas necesarias caricias

y que  no me asuste el telón del escenario que alguna vez caerá.

Líbrame con tu voz de  esos pájaros que leudan escarnio

en la masa simple que vuela en un avión de papel, pero

con dientes venenosos que dentellean hasta herir con el simple

hecho de ser quienes son, pues no se animan a matar de frente,

prefieren la cerbatana refregada  con veneno de la tinta,

para creer que viven en las alas de un suvenir.

Tu no eres así, eres poesía y muchas cosa importantes que no se valoran,

eres la cuerda de mi admiración, pero también el segundo que me

salva de la persona que soy, eres mi represa que contiene del otro lado

y da a cuenta gotas una inminente inundación de error.

Es por eso princesita que tu hídrica voz sin querer 

salva mi alma de la sed de un desierto sin razón, 

la duna donde se extiende tu palma es el oasis donde

crecen mis flores verdes del perdón,

entonces se siembra tu voz  y late en ti mi corazón.

Y otra vez puedo descansar sin rezar a ningun santo, mas que a Dios y a su secreto.