Eres, bien mío, cual la primavera que al llegar a mi ignoto mundo de impenitente soñador obras la maravilla del brote de las primeras hojas, flores y frutos en el huerto de mi covacha y permites el regreso a mis árboles de ilusiones, de las avecillas primorosas que el antipático otoño había hecho emigrado hacia lejanas tierras.
Eres, bien mío, como el verano que alarga los días y minimiza las noches para que disfrutemos del resplandor vivificante de los rayos solares y permanezcamos menos tiempo en brazos de Morfeo.
Eres, bien mío, cual el otoño que minimiza los días para que en nuestras largas noches disfrutemos, con su obscura complicidad, del frenesí del amor.
Eres, bien mío, como el invierno, mes dela Natividad, que nos entrega pródigamente la nieve para que gocemos de sus múltiples posibilidades recreativas.
¡Por ti, dama prodigiosa en amor, disfruto hasta el éxtasis las cuatro estaciones del año!.