Se nos ha caído el rostro,
he barrido las consonantes de un vacío,
y he quedado tildado en la soledad,
y aún tengo el cuchillo sin filo
en la radiación de mis costillas,
... y sé que debo asesinar el tiempo
y el tiempo asesina lo que sé...,
sabiendo que me saben las vocales
al sabor de una boca de cafe,
sabor gruñido del temblor
de la garganta quebrada
excitada con el aroma del adiós ...
Se me caen las palabras, las definiciones
... se me caen los frutos,
y la semilla oscura de la noche
se me cae el ácido en conserva
y el pedazo de metal oxidado
que se fecunda con dolor en la sangre.
Cae la sangre, cae de mis pies,
cae de mis manos,
c
a
e
u
n
p
u
n
t
o
f
i
n
a
l
.
Cae por caer que... no tenga definición
para surcar una sonrisa de cafe
adherida al exilio de mis versos
que hoy son ingeridos por el placer
de unos labios desconocidos de ayer.
Sobre la plaza entre una mesa de cristal,
dos asientos, uno vacío, ... yo,
y ella perdida en la pérdida de haber perdido la fe,
en la costumbre de..., dejar el tiempo pasar,
mis ojos trémulos y la razón
de acabar con la lógica en un puzzle
apretado en las costillas.
Y en ella, la humedad del corazón.