Qué ardientemente
te paseabas por mis ojos.
Qué dolor en mis manos
cuando te negabas.
¿Qué vida se puede tener
si tu piel no me toca,
si tu piel no me mira,
si tu piel no es mi piel?
Y con mis ojos te decía:
vamos a tenernos,
amanezcamos juntos.
Me hacías sufrir con tu ausencia,
con la ropa que nunca te quitaste.
Te buscaba sin flores en la mano
pero con espinas en uno de mis sentimientos
que poseía largos discursos de amor,
pero tu oído flotaba en otra boca.
Y no te tuve.
En esta noche lo que memoricé de ti
se aparece
y de cuerpo a letra se transforma.
No hay más.
No te tuve,
pero tú me tuviste,
y más a estos ojos esclavizados.