Sujeto, agudo, a veces grave,
seguidor de muchas cosas,
coleccionista de eventos,
detalles, inimaginables definiciones
se acoplan con sus dedos invisibles,
hoy yace tatuado en espaldas disecadas,
en la aparente sociedad que lo desconoce
y a veces suelen reconocerlo
en poemas con números
cuando se siente tristes
inventan un amor entre costillas rotas.
Aquel obrero del verso envenenado
sujeto a traiciones de un corazón
apedreado por la fragilidad del alma
que lo sigue aunque a muerto
aquel oficial de un regimiento de los sueños
que palabrea las mismas razones
de quedar atrapado en libros enjaulados
bajo el asedio de la sociedad mecanizada
en el dominio de un humano de metal y plástico
que hace volar con bombas nucleares
la casi extinta imaginación
en la visión de los pocos niños
que van quedando.