Bebo el día parsimoniosamente,
como quien saborea un vino añejo,
no hay nada, nada, que me suene a urgente
ni nada que me frunza el entrecejo.
Por ahí se me viene alguna idea,
apenas, por supuesto, y la desecho,
puede esperar cualquiera vil tarea:
del pensar al hacer hay mucho trecho.
En estado de dulce somnolencia
veo el azul del cielo en mi ventana,
sordo soy a la voz de mi conciencia
que suena como exánime campana.
La fiaca habrá de ser mi acompañante
y es muy difícil que alguien me levante.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
FIACA, según la Real Academia Española: f. coloq. Arg. Pereza, desgana.