No me quedan máscaras en esta noche ciega
No hay hijos culpables del parto poético
No…
y esto, apenas empieza a incumbirnos.
Diagnosticar la noche en el senil fragmento
del
silencio
Nos ha hecho morir un poco más que de costumbre
Una muerte acoplada al olvido de un cuerpo
Un olvido que se consuela en la tonada del recuerdo.
Iba a ser un poema de amor
Se lo dije al momento que tenía tu plataforma de besos
Pero la vida es un tatuaje en la soledad del muerto.
Antes de romper mi pecho en el verso
Tú ya me estabas rompiendo.
Para qué quiero
Para qué necesito un pretexto.
No, una necesita ser abstraída del presagio
Y sus múltiples humoradas:
Una tiene el beso ardiendo en el alma
La otra arde, quema el silencio y al amor lo entierra,
En su fatua tiniebla, en su enfermedad reunida
Alrededor de la vértebra quince y su constelada melancolía.
No me quedan máscaras para hacer del silencio
la cárcel del amor
anunciado al desvelo.