Su corazón que nos delata
esta nube que acaba de suceder.
Allá va el sonido de una lágrima
que escondida en su silencio
nos ha puesto a llorar descalzos.
Y ¿A quién le temes, ternurita?
Tus demonios son los míos
este mundo no está preñado
de una cigüeña equivocada
y no eres tu la dependienta
de los rostros que volvieron su rostro.
Pero yo he sobrevivido milagros
Y he abierto los ojos antes de ayer
con una venda puesta y manchada
con el flujo de los soldados
que dejaron su uniforme
en la independencia soslayada.
Ya tus manos no son mis manos
ni mis pensamientos tus palabras
ni tu lado amable, mi lado femenino
ni mi patán en el espejo
la cicatriz de tu pasado
y acá nos encontramos
convexos y desnudos.
¿A qué rey le haces genuflexión?
¿Qué rey ante ti se arrodilla?
Si ya tu cama es playa y puerto
tus caricias son un poema de arena
que cae tamizado entre tus dedos.
Ya no son tus manos mis ojos.
No le escribas al poeta ni al mendigo
tampoco al clero, o al profeta.
Te dará de comer tu mano extendida
mientras sea para politizar
el orden de tus necesidades
y no para trepar entre dandis
tus tristezas de mártir.
Me vas a odiar, yo te odio.
nos odiamos porque así lo quiero
nos amamos porque somos el mismo
y tu espejo es un calabozo carbonizado
mi espejo no es mas que tu alma
nuestra casa se llama momento.
Quiero arrebatarte las palabras
pero las perdiste entre el alpiste
las dejaste caer de nuevo,
y se quiebran como el cristal
se quiebran como tus ojos
se quiebran como tu voz
se quiebra la misma quiebra.
Dame un beso en la frente
y suplícame un evangélio divino
las rosas que ponga sobre tu tumba
son las que me regalo en las pascuas
te odio tanto que cuando lloro
no es por ti ni por mi
es por los dos, dividido entre cero.
Te has dejado la boca pintada
una maleta tan vacía como tus ojos.
Ojos que fueron la guarida violeta
de una tierra que supo escucharme
de una patria que supo quererme
de unas piernas que no me dejaron huir.
Malvives, insensata.
Ese es tu maletín de viaje
trágate un poco de ti misma
escupe lo que mascullaste
llévalo de nuevo a tu boca
balbucea entre corcheas la masa
y trata de ver poesía en ese mosto.
No me despido porque ya te fuiste
la pared sabe oír lo que tu ignoras.
Gentil dama, pedazo de señora
hermanastra fea de la hermana que llora
las exequias de este bodrio
del que te hago responsable
Soledad miserable...
que cuando quiere llorar se muere.
Blas Roa