Déjame escribirte de mi vida sin ti, que es tu ausencia diluida en mi tos que no se cura, mis ojos que se niegan a mirar lo pequeño de las cosas, costras resistiéndose a mis heridas, instantes dolorosos donde la brevedad no cabe.
Me duele no sentir el placer de verte, ni el gozo de escucharte. Me duele la felicidad que no me procuro desde que no estás. Morirme en tu conciencia es una muerte más injusta que la de dejar mi cuerpo a los gusanos.
Estoy horrendamente vivo de ti. Sorbiendo existencia a un precario aliento que me dan los recuerdos de mis horas junto a ti; ninguna filosofía me consuela, no hay Dios que me de la paz que requiero, nadie sobre la tierra, neciamente me muero.
Tengo miedo de esperar y que no vuelvas, de preparar la casa y alimentar mi cuerpo y no haya altar para la ofrenda. Qué triste seria verte cruzar la calle hacia otros brazos que te aprisionen y que de ti me dejen huérfano.