¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla
-dijo Hugo-, ambrosía mas bien, ¡oh maravilla!,
la vida se soporta
tan doliente y tan corta,
solamente por eso;
¡roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino!
En ella está la lira,
en ella está la rosa,
en ella está la ciencia armoniosa,
en ella se respira
el perfume vital de toda cosa. (*)
¡Tentación de tentaciones!, hambre que fagocita,
piel de terciopelo en tu alma habita,
eres agua y sed que me absorta
acariciando en calma la aorta,
el corazón así vive esto;
¡morir y volver a ser puesto
mediante un toque diamantino
sirviendo sólo la voz de tu fuego como destino!
En ella vive la vida,
en ella vive una diosa,
en ella vive un alma fabulosa,
en ella se asume sentida
la pasión que al hombre rebosa.
¡Carne, celeste carne de la mujer! Boquilla
de porcelana abriendo paso al cielo, ¡dulce chiquilla!
la existencia sin ti no aporta,
entonces por qué vivir, no importa
dejando al tiempo esto que confieso:
¡te amo!, dos palabras de amor profeso
es lujuria por mi devoción a lo femenino
tanto que no puedo amar otro sueño mas genuino!
En ella está la pira,
en ella está la glosa,
en ella está la bendición suntuosa,
en ella se respira
la obra de Dios por ser hermosa.
(*) toda esta estrofa pertenece al poema de Ruben Darío "Celeste, carne celeste de la mujer"