Andra

El deliro de una noche…

 
 

La noche se convierte en un laberinto delirante, las ramas insomnes golpean y golpean allá afuera, desfallecen los sentidos adormecidos en el pecho y los  pasos del silencio agonizan en la vereda. Mi mirada se precipita lentamente en mis parpados arenosos. Los ojos míos, caen como hojas amarillas de este  frio otoño, desnudando la piel de los míseros sueños.

 

El rocío de la lluvia amenaza en mi ventana y de entre rendijas de  espacios abiertos, bajan los fantasmas con sus rostros desnudos… Entonces lloro, y grito en silencio, mis ojos están secos y mi boca muda…

 

Quisiera apoyar la cabeza en la almohada y dormirme profundo, pero me absorbe el hueco que se abre bajo de ella, succiona los pensamientos rotos e  impotente veo, como traga mis horas abriendo sus fauces las devora,  las degusta lentamente sin poder, zafarme de ella.

 

A veces la noche es el principio de un paseo con la  muerte, entonces ella me desnuda desde dentro hacia afuera, creo burlarme de ella y le converso a los otros, mientras de reojo solo observa…  

 

La locura no es más que un delirio constante cuando el insomnio llega, es una proyección de imágenes antiguas, lentas, sin voz, hasta poco animada encendiéndose y pegándose en el cielo de mi techo. Las horas son lentas como pequeñas partículas amorfas y sin vidas, se vuelve rápido galopar de mi pecho y luego en picada queda…

 

De los sueños que sueño, la mitosis convierte y divide la célula de lo mío, tan mío, de a aquellos, de los de todos y los otros que me acompañan. Me hablan mudos, murmurando sus glorias y también sus penas, queriendo succionar el aire  ¡me asfixian! Y como muñeca de trapo juegan conmigo. La vida escasea detrás de las cortinas oscuras y les entrego a los otros el delirio que llevo de mis míseras monedas…  La vida es vida en la oscura penumbra de los sueños perdidos, arbitrales costados arquean mis ojos y ahí se quedan, me precipito incesante y en agobio completo pronuncio su nombre, todo no es más que un delirio enfermando los recuerdos suicidas que fueron suyos. La noche es tan triste cuando el frio se cuela entre las sabanas de mi lecho y acarician mis piernas…