Raparju

Pobre y con caudales.

Igual a la Zarzamora

Pero a nadie se le ocurriría,

 que esa cruz de pecho

Es el bastón de un demonio

Que camina plazuelas y avenidas

pero ríanse,

que esa aberración es un fenómeno de Dios.

 

Señorial, un poco embustera

Aristocrática, no tanto guapilla

Pregonera y zalamera, con un toque de serena

Moral pregona y dignidad la desconoce.

 

Vamos, no la lastiméis, que se hiere

Y hiere, para morder, no lo hace sola

No te quitéis , aquí, allá o en ningún lugar contigo dará

¿Qué le gusta criticar?

A medias y cortas pocas palabras,

El tambaleo de sus rangos no lo pierde

Ni por lengua ni por nadie.

 

Quién sabría su pena…

Quizás el clérigo, que mucho le aqueja…

Pero la lealtad a su cruz, a cristo y al hombre

Entre medias de pueblo la arrastran.

Qué pena, qué pena…

La sufro yo tal como ella,

La inocencia la ignora

Pues, no es ella Calcuta

Y ten cuidado, por amor

Por piedad, ¡ja! Ni por caridad

Nada da…

 

Ante todo, respeto

Ante todo, honor

Jueza de casos, vida y sabor.

 

Qué pena, qué pena

Tan fina y real, tan monarca

Tan celestial

Tan zalamera y agachá.

 

Ahí, véanla…

Guapilla y señorial

Trapos verdes de corales

Y otro de otros cueros calzares

De cabeza alta y pocos torrentes de sangre

Nadie comprendió

Ella la sabe, dos más uno y yo

La pena que disfraza

No es más que la tormenta de su caminar

Sin pensar no puede andar.

 

Tenerle un poco de piedad

Mira que es débil cual una flor

Pero no cualquiera

No vayáis a ofender su razón,

Mientras pueda sonreír

Por jugos fríos, obscuros y señoriales.

 

¡Ya basta, eh!

Dejadla vivir, en su andar

En sus andanzas

Día a día descubrirá

Que con sus caudales

ni el sol ni luna ni hombre alguno

podrá comprar.