FERNANDO CARDONA

LOS VIEJOS TRENES

 

 

LOS VIEJOS TRENES

 

Los viejos trenes, aún cuando eran jóvenes,

Tenían para mí una extraña magia:

El ulular de su vibrante pito,

El tronar de sus ruedas sobre rieles,

La espesa nube, mezcla enrarecida

De quemante vapor y hollín chispeante,

Me hacían pensar en un dragón diabólico

Brotado del infierno, en la misión

De llevar en su vientre a todas partes

Sobre las paralelas rutilantes,

A muchas gentes que al decir adiós,

Jamás volvieron porque se quedaron

Donde muere la luna y nace el sol.

 

En trenes viejos emprendieron viaje,

Tras recibir la bendición del cura,

Alfredo y Eduvigis, padre y madre,

Llevando en sus maletas por bagaje

Su juventud, su fuerza y su bravura.

 

En trenes viejos  vi  cuando era niño,

Desde lejanas tierras, a las fábricas

En gigantescos trenes arrastrados

Por dos locomotoras portentosas,

Desfilar cargamentos de algodón,

De maderas, ganados y carbón,

Materias primas que venían del campo

Donde los hombres entre silvo y canto

Levantaban la patria con amor.

 

Era un festín viajar en viejos trenes,

En ellos muchos hombres y mujeres

Ganábanse la vida al proveer

De tortas, almojábanas y nueces,

Pescado frito y muy ricos pasteles,

A quienes Iván y venían en tren.

 

Después los trenes fueron menos trenes.

Paralelas surgieron a la vía

De la sinuosa y larga carrilera,

Las carreteras que montaña arriba,

En autobuses y en camiones  llevan

La carga y pasajeros que antes eran

De los trenes que hoy duermen en los rieles.

 

Y es que llevar las gentes y las cargas

De pueblo en pueblo, de la costa al Ande,

Es un negocio que produce ingentes

Utilidades a quien tiene el parque

Automotor, para acrecer sus arcas

Sin importar que el pueblo más les pague.

 

Los viejos trenes ahora son fantasmas

Oxidados que visten telarañas

En los patios  sin sol de una estación.

 

Sin embargo al mirarlos con nostalgia

Bajo el efecto extraño de su magia

Otra vez oigo el ulular vibrante

De su estridente pito que me asusta,

Y otra vez el tronido atosigante

De su parafernalia tremebunda,

Otra vez la humareda el aire enluta,

Y entonces mi alma soñadora y muda

Evoca  trenes viejos en la ruta