Después de la tormenta, el sol de nuevo ha salido,
se ha despejado el cielo, las nubes ya se han ido.
Sus tibios rayos me regalan, calor y alegría,
llegando hasta el último rincón de mi vida.
Atrás han quedado las tristezas,
que alguna vez empañaron mi horizonte,
esas que en algún momento,
de la muerte dibujaron su silueta.
Hoy las campanas repican sin cesar,
un dulce sonido que a mi oído,
es música celestial,
semejante a un bello trino.
El amor al fin me ha regalado,
lo que mi alma siempre ha deseado,
¡ser feliz, feliz!, como en mis sueños
siempre hube anhelado.