Perdóname Celeste, no pude salvarte
Corto mis extremidades,
me he cansado de abrazar la brevedad del mundo.
Junto a él, quiero ser breve.
No herirme, tener una esperanza esquiva a la realidad de las cosas.
No mirar las mejillas tornasoladas del espejo. Mirar el gris en su diminuta forma.
Y alabar la sencilla nimiedad de mi instante.
Llorarme con tanto amor como si una pudiera tomar entre sus dedos algo simple, inacabado.
Y no romperlo.
Mi venia al amor es un escudo arrogante.