(mitología griega)
Qué triste esa mirada
que por un amor ajeno
se ve uno obligado, por ti, y por Troya,
a ir a la guerra.
Tú, antorcha de Esparta,
que por Afrodita fuiste empujada
a los brazos del amor de Paris,
para luego ser llevada a Troya, raptada..
El protector del hombre,
Que eso significa de Paris el nombre,
no fue quien, a solas, y fuera de las murallas,
se vió obligado por ti y por Troya
a librar singular combate hasta recibir la muerte
de manos del de piés ligeros, Aquiles,
antes que tener la esclavitud y la vergüenza por suerte.
Fue ese un triste mensaje,
en la arena del extramuros,
el que te envió, Helena, en una triste y fugaz mirada,
viendo ya, tu muerte, a las puertas de las murallas.
Tal fue tu gallardia, Héctor,
ancla, el que sostiene fuertemente,
como indica tu nombre,
que Aquiles, quien te dio muerte,
viendo en tu mirada semejante arrojo,
y tras arrastrar varias veces tu cuerpo inerte,
lo entregara a tu padre para honroso sepelio.
Y aunque Paris, de lejos,
con un flechazo en el talón
dio muerte a Aquiles,
no te libra, oh, Paris,
de la vergüenza que provocó esa guerra,
el embrujo de Afrodita,
el rapto en Esparta
del que fue tu amor en Troya, Helena.
No transmite orgullo tu mirada, de quien llaman Antorcha.
A mí, más bien, me entristece y me da pena
que tan valeroso hombre,
enamorado de su tierra
y ancla fuerte de su gente,
tuviera que perder así la vida
con tuya, desde la muralla,
sólo una triste mirada,
Helena de Troya,
Helena de Esparta.