Tanta piel en mi verso,
de cuyos aromas se enviste mi silencio,
condición humana que muchos juzgan,
no puedo negar las ansias que están en cada mirada,
en donde a veces se dispersa el sentido,
sin saber lo que somos,
o sabiéndolo solo en tus ojos,
aquellos donde me labré en gemidos,
ese rostro que se dibuja en el tiempo,
lluvia que resbala en los cristales de amaneceres,
y se vuelve brisa que se lleva las tardes de esperas,
con sus labios de hojarasca que se marchan,
va quedando el tallo de tu amor expuesto a la nada,
hasta que tu presencia de mujer se hace follaje,
y somos bosques que alimentan molinos,
fluyen los instantes que embriagan,
esa forma que me hace permanente,
que juzguen los inertes este instinto,
mientras yo vivo en la expresión que vence la soledad,
en el vientre que me atrapa y me hace tu contribuyente.