Antonio Fernández López

IMPACTO.-

 

 

     ¡El impacto me deja de una pieza!.

Nadie acude en mi auxilio. Estoy tendido.

Me siento apenas vivo pero no tengo memoria.

El acontecimiento sólo encierra

destellos, resplandores, vacíos, añoranzas.

 

     ¡Por dónde despertar, qué ver por la mañana!.

¡Tánto sueño de caballo que relincha

convertido en madera en un instante, perlada de oropeles,

para batir delirios de escarcha y de granito!.

 

     Como un sonámbulo, extasiado, sin moverme,

protagonizo espantos que siento desde lejos:

ilumino oscuros tramos de miseria,

abro la tienda del horror y de la muerte,

ofrecezco telarañas como dádivas selectas,

dispongo escaparates a base de machetes,

cabezas degolladas y barcos del olvido...

 

     ¡Qué significa este idílico paisaje

que se cruza y pretende confundirme

con nieve transparente en las montañas

y arroyos cristalinos que ruedan presurosos,

si el fondo es el abismo de un mundo sin destino

y los matices francotiradores

que disparan desde cajas de zapatos!.

¡La atención se me nubla con el rojo de la sangre!.

¡No me cabe en el cuerpo el emblemático mensaje

ni la prístina lección edificante!.

 

     Vuelvo grupas de nuevo y encaro otro principio.

¡De nuevo el mismo sol, la misma luna inmaculada,

la misma incógnita esencial

y otra vez la quijada abriendo brecha

cuando ya nada puede ser lo mismo!.