Miríadas de rayos emanan de tu cuerpo impoluto, siempre despidiendo exquisitos aromas de lavanda, mirto o naturaleza exuberante.
Juntos, con la complicidad del silencio, hemos ido a cabalgar montados sobre potros de nubes a la insondable esfera celeste para vivenciar el apacible vuelo etéreo de los querubines.
Y juntos lloramos de alegría.
¡Qué gratificante es darle rienda suelta a la magia de la imaginación!
Ilustración: Jhosué José Fernández Rodulfo.