Tu nombre me sabe a estrella, a fruta madura
a yerba recién bajada por las lluvias
a simplemente una canción de cuna.
Tu nombre me sabe a labios intactos y graves.
Te amo con este silencio de gruta ingrávida
que se conjuga en todas las voces del campo,
y que suena a sapos, trinos, a fontana celeste.
Mi amor no tiene noche no tiene mañana.
La noche despide los pasos y las almas
me despido de tu voz de campanilla.
Aún recordaré la canción de tu rostro
aún mantendré las aves de tus brazos.
¡Ay recógeme con el laurel de tu aliento!
¡Ay, dame el sustento único de tu amor!