Soy alma de luna llena
con los colmillos en flor
mordiendo mi propia pena
como una bestia mayor
el cuello de una gacela.
Amada, traigo un sudor
que cuando cae en la arena
se torna fuego de amor
que hasta la sangre me quema.
Por ti, mataría a Dios
con mis huesos en astillas,
con el filo de mis venas,
con mis dientes de puntillas.
Hay montes en mi dolor,
cordilleras en mi herida
que sangran gritos de amor,
granitos en carne viva.
Habita mi pecho un loco,
un genocida de lilas,
que estrangula poco a poco
latidos que allí palpitan.
Tú que lees en mis ojos,
la hecatombe en mis pupilas,
la tempestad en mis sueños,
me muero entre tus espinas
como un petirrojo ciego
O como un rosal suicida.
Entiérrame bajo tu sombra
pues la luz que en ti respira
es cascabel de una cobra
venenosa y vengativa,
castañuelas de una trova
que la escucho y me asesina.
Desertora de mis labios,
hacedora de mi estigma,
arrástrame con tus garfios
al mar que todo lo olvida
para que bajo sus barcos
pueda cerrar mis heridas.