Tu figura en el cielo danza como astros fulminantes,
Colgados de pequeños lazos,
Como venas que hacen palpitar mi espíritu.
Tan grande y tan bella,
Como cierta mañana de lunes en la que me vi
En vuelto en el aroma que dejaste prendido en mi piel,
Reluciente, cual si fuese el brillo de la luna,
Que inocentemente retrata tus labios luminosos,
Haciendo casi imposible vivir sin antes besar tu linda boca.
Así, igualmente como las tardes de mayo,
Entre sollozos y brisa,
Cubiertos por la piel desnuda, a la orilla del deseo
Envueltos en silencio, vimos morir una lluvia pasajera
Que se estrello en nuestro pecho,
Sin más remedio, que amarnos para curar el frío.
Hicimos grieta en nuestros corazones,
Curadas con recuerdos lejanos
Del mañana que aun no nos ampara,
Voz tenue, melancólica, casi irreversible,
Soñando al amor eterno, a los juegos infantiles,
Amor eterno como el más fugaz de los momentos,
Enredados entre mis manos y tu cuerpo,
Cabalgando en el desierto de tu espalda,
Prendido de tus senos,
Indefenso como los astros que adornan la eternidad,
Fulminante como el sol de verano.
Así comienza nuestra historia,
Y así se gestan nuestros deseos,
Navegando en el océano intermitente,
De la lujuria y la pasión,
Intentando robarle el don a Dios,
Con la intención de amarnos sin más apuros
Que la puesta del sol.
A la deriva esperando a que nuestro cielo se ilumine de luceros.
Consumidos por la chispa ardiente que brotó del contacto de tus ojos con los míos,
Así como tu figura colgada en el firmamento.