Cielo mío, pedazo de corazón de otra
embrujo negro que me roba el corazón;
deja una nota de tu pluma… sólo una
Para saber que estás y no has marchado.
Dulce amor que de la tarde mis quebrantos
¿en dónde estás que no reparas en mi llanto?
si te contara que a ella vi ésta tarde
se abrazó conmigo, sembró una flor en mi jardín
y nos dijimos lo tanto que nos amamos.
Pero desperté otra vez...
mis delirios me están volviendo loca
no estaba aquí ni allí...
de nuevo sola en mi sillón
con tantas palabras en la boca.
No respondas... no digas nada...
alguna vez un poema nos dijimos
cuando al hablar con los ojos nos sentimos solas
y al tomar las manos, nos despedimos.
Y aquí... linda soledad me acompaña
es bello saber que no tengo a nadie
nada vuela por mi casa... nada pasa...
todo se fue... y pronto marcharé del nido
sin ver algunos ojos negros de azabache
que a veces me desvelan, sólo a veces…
y otras cierro los ojos para divagar lejos
tan lejos de mi propio yo... que voy contigo.
Y en éste blanco aposento
En éste cuadro de blancas amapolas
La vida como un sepulcro se presenta
Nos muestra la radiante luna de un momento,
Y al segundo sólo lluvia tempranera
Como el paso de un alma sola
De la novia que al sol siempre espera.
Escucha amor mío…
Pero no digas nada… no es necesaria una respuesta
Vano es pensar que ella regresa… vano es llorar y reír
Pero al despertar no sabemos si estamos aquí
O vamos a otro sitio cuando dormimos
O si la muerte es un despertar lejano
En otro hogar… en otro jardín al cual pertenecemos.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 16/13