Como pesa el aire,
cuando no me hablas,
cuando estando cerca de mi
me miras con desden.
Una ofrenda de paz, no la quisiste.
Acaso, ¿yo tuve la culpa?
Los dos tenemos la culpa,
En este juego sangriento que ambos iniciamos.
Mírame; ve que ya no puedo más,
no intentes matar lo que ya está muerto en mí,
deja descansar mi corazón en paz,
no intentes revivirlo con dolor.
Te quiero, y por eso sigo aquí,
esperando el momento en que tu me hables;
tal vez tardes mucho, tal vez no lo vuelvas hacer,
pero aún así, sin importar lo que pase, hay estaré.
Yo tuve la culpa, ¿no crees que ya sea suficiente
con mi conciencia, como para que tu me remates
con tu silencio?. Ese silencio infernal,
que me deja solo y me hace sentir mal.
Perdóname, ¿cuantas veces te lo digo?
lo puedo gritar y me dará pena aceptar
que por mi error, te pierdo día a día.
Perdóname de nuevo, no me dejes morir así.
Si quieres séllame mi antigua boca,
y en esta nueva pon tus palabras en mí,
quítame los ojos y mis dedos,
hazme unos nuevos con tus manos, para verte y acariciarte
con tu fineza y tu elegancia.
Si es necesario arráncame el corazón,
y en el vacío que queda, pon parte del tuyo,
para que mi vida sea mejor,
pues eres ángel que me salvas del pecado.
No quiero escuchar la música mundana,
me basta con escuchar tu color de voz.
No quiero ver ni escalar los Alpes suizos,
prefiero tus colinas y tu cintura, para vivir allí.
Que esta grito de amor se divulgue en el mundo entero,
y que se enteren que hay alguien que te ama,
que es sincero y que busca tu perdón como un loco,
enamorado, pero loco, pues tu eres la medicina que me calma.