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Yo he visto toda la cadencia de su cuerpo
y el desparpajo del contoneo de sus redondas caderas.
No hay lugar, no hay un espacio que no sea de Ella,
Ella así plena y desnuda, toda mía y toda ajena
a mis deseos de su carne piel de luna,
rocío de la noche que me moja y aniquila.
Tirito entre sus brazos
y en un agónico espasmo de mi cuerpo me dejo ir,
soy vertiente diluida en su saliva, soy de su espacio,
del entorno dorado de sus senos,
en sus crestas maduras me sumerjo,
vago en el valle primitivo de su vientre,
allí, donde la vida vence la muerte.
Si pudiera,
tan solo por el efímero instante de capturar tanta belleza
vencería la infranqueable frontera de los sueños
por poseer también el intangible espacio de su alma.