Veronica Arteaga

NIÑO DE MIS AMORES, AMOR MÍO

 

 

NIÑO DE MIS AMORES, AMOR MÍO..


Niño de mis amores, amor mío,

Qué fragante es tu piel

Cuánto romero y salvia deshojadas

En las dulces planicies de tu cuerpo.

 

Se hace gloria el transcurso del día

Se hace canto de alondra la noche,

Siente cuan minuciosamente

Se detienen los cursos del río

Para bañar con sus verdes serenos

El llano de tu pecho;

Te respiro y te bebo a mi costado

Cáliz de fuego eres,

Niño de mis amores, amor mío…

 

Que los maracuyás  anuncian con dulzura

La hora vespertina de los besos.

Que mi mano de espera estremecida

Se hace labio, mirada, enredadera

Por donde poder trepar a tus rodillas

Y detenerme allí en donde me encuentras.

 

Niño moreno y mío

Noctámbulo deambulas

Por los rincones claros de mi cuerpo.

En la topografía de mi espalda

Encuentras los secretos

De los ritos efímeros que usé para olvidarte

Derribas mis murallas, niño de ámbar

Echas abajo puertas y ventanas,

Descorres los cerrojos del silencio

Y te instalas en mi

Disolviendo mi infierno a puro cielo

Con solo un aleteo de pestañas,

Un lento escurrir entre los dedos

La taciturnidad de tus  caricias,

Robadas a la tarde,

 a un tiempo impredecible

En donde no cuentan los moldes conocidos,

Las viejas etiquetas,

Los cánones caducos fabricados por otros,

La perfecta  creación de lo imperfecto.

 

Niño mío…mi amor…

Si vives en mis venas,

Si eres fuego y lava que me abrasa

En la corriente subterránea en donde

Soterrado subyace tu recuerdo.

Si amordazo tu nombre cada noche

En medio del espanto del desvelo

Cuando tus pasos sólo dejan huella

En el campo desierto de mis sueños…!

 

Qué oscuro maleficio me dejo tu mirada!

Qué torturado cielo…!

Qué soledad de perpetuada noche…!

Qué sollozo en el pecho…!

 

Veo tan cerca tu rostro…tu sonrisa,

Las rebeldes guedejas de tu pelo

Mientras te busco en las perdidas  rosas,

En las estrellas de los lejanos cielos

En donde nos detuvimos para amarnos

En aquel , nuestro tiempo.

 

Serán siempre las cuatro de la tarde

La hora de los besos

La dulzura del árbol,

La luz de los encuentros.

Y veo con asombro, niño mío,

Que todo lo creaste a mi medida

Para que se quedaran tus pisadas vivas

En la ribera yerma de mi cauce

Cuando te hubieras ido con tu cielo.


Cristina Cammarano