NIÑO DE MIS AMORES, AMOR MÍO..
Niño de mis amores, amor mío,
Qué fragante es tu piel
Cuánto romero y salvia deshojadas
En las dulces planicies de tu cuerpo.
Se hace gloria el transcurso del día
Se hace canto de alondra la noche,
Siente cuan minuciosamente
Se detienen los cursos del río
Para bañar con sus verdes serenos
El llano de tu pecho;
Te respiro y te bebo a mi costado
Cáliz de fuego eres,
Niño de mis amores, amor mío…
Que los maracuyás anuncian con dulzura
La hora vespertina de los besos.
Que mi mano de espera estremecida
Se hace labio, mirada, enredadera
Por donde poder trepar a tus rodillas
Y detenerme allí en donde me encuentras.
Niño moreno y mío
Noctámbulo deambulas
Por los rincones claros de mi cuerpo.
En la topografía de mi espalda
Encuentras los secretos
De los ritos efímeros que usé para olvidarte
Derribas mis murallas, niño de ámbar
Echas abajo puertas y ventanas,
Descorres los cerrojos del silencio
Y te instalas en mi
Disolviendo mi infierno a puro cielo
Con solo un aleteo de pestañas,
Un lento escurrir entre los dedos
La taciturnidad de tus caricias,
Robadas a la tarde,
a un tiempo impredecible
En donde no cuentan los moldes conocidos,
Las viejas etiquetas,
Los cánones caducos fabricados por otros,
La perfecta creación de lo imperfecto.
Niño mío…mi amor…
Si vives en mis venas,
Si eres fuego y lava que me abrasa
En la corriente subterránea en donde
Soterrado subyace tu recuerdo.
Si amordazo tu nombre cada noche
En medio del espanto del desvelo
Cuando tus pasos sólo dejan huella
En el campo desierto de mis sueños…!
Qué oscuro maleficio me dejo tu mirada!
Qué torturado cielo…!
Qué soledad de perpetuada noche…!
Qué sollozo en el pecho…!
Veo tan cerca tu rostro…tu sonrisa,
Las rebeldes guedejas de tu pelo
Mientras te busco en las perdidas rosas,
En las estrellas de los lejanos cielos
En donde nos detuvimos para amarnos
En aquel , nuestro tiempo.
Serán siempre las cuatro de la tarde
La hora de los besos
La dulzura del árbol,
La luz de los encuentros.
Y veo con asombro, niño mío,
Que todo lo creaste a mi medida
Para que se quedaran tus pisadas vivas
En la ribera yerma de mi cauce
Cuando te hubieras ido con tu cielo.
Cristina Cammarano