En mi barco de sueños, bien mío, fuerte como el roble y el acero y veloz cual la gacela que huye del cazador que quiere despojarla de la vida, crucé el agitado mar que nos separa físicamente para disfrutar de los besos y abrazos que tan mimosamente me prodigas.
Vencí, bien mío, la furia del mar embravecido que entorpecía con latigazos salinos el paso de mi barco onírico para otro encuentro ideal contigo.
Coloqué, bien mío, tapones de corcho en mis atormentados oídos para no ser herido por la befa cruel de los pasajeros de lujosas naves que, al pasar junto a mi barco, lo situaban al borde del naufragio.
Gaviotas saludándome desde su etérea ruta empequeñecían los peligros del viaje.
Aves migratorias, que simulaban una flecha en el espacio, detenían por segundos su vuelo para insuflarme valor con su cántico perfecto.
Nada, bien mío, detendrá mi barco cuando, en acto de amor Eros, tenga que vencer distancias marinas para recibir la ofrenda de tus exquisitas delicias.
Ilustración: Daniel Enrique Jara Rodulfo.