Jamás te pedí me dieras
los besos que hay en tu boca,
ni palabra que provoca
en suave acento dijeras.
Jamás conjuré tus ganas
de jurar amor sincero,
ni aún después de algún te quiero
al despertar mis mañanas.
Nunca esperé de ti nada
aunque no me conviniera,
si desde la vez primera
mi suerte ya estaba echada.
Y tú sin tomarme en serio
mi silencio comprendiste,
al final todo me diste
sin mezquindad ni misterio.
Llenaste de luz mis horas
desde tu amor tranparente,
que al nadar contra corriente
llegó hasta mí sin demoras.
Yo nunca te pedí nada
porque yo te daba todo
y amando a mi extraño modo
a ti me daba confiada.
Porque el amor que sincero
habita en el sentimiento,
se da con desprendimiento
cada día con esmero.
Y tú que así lo entendías
tu a mi todo me lo diste,
con el alma me quisiste
trayendo gloria a mis días
Me colmaste de alegrías
con sutileza y soltura,
mostrándome con ternura
lo mucho que me querías.
Y yo que jamás dijera
cuanto te necesitaba,
a ese tu amor me entregaba
sin que de mi dependiera.
No hubo pacto o compromiso
ni consentimiento alguno,
fue aquel momento oportuno
para amar sin previo aviso.
No hubo juicio ni razones
o petitoria ninguna,
hubo alma de amor ayuna
despertando entre pasiones.
Jamás esperé llegaras
de la forma en que lo hiciste
y cuando al final viniste
temía no te quedaras.
Temiendo que te marcharas
no quise pedirte nada
y a la esperanza negada
jamás pensé que me amaras.
Si no te he pedido nada
y cambio te he dado todo,
hemos hallado acomodo
en la unidad refrendada.
Amor que naciste libre
y que libre permaneces,
adherido a mi alma creces
con expansivo calibre.