Es el extrañarte, lo que me lleva a decirte esto. Extrañar tu ausente y lejana figura en el tiempo. Que hoy es herida en mi corazón, y no deja de sangrar aunque los días pasen. No puedo imaginar un mundo sin tu alma, sin tu respirar a mi lado, y sin embargo hace rato que no estás. Mis sueños son desgarradores, pues en ellos a gritos pido tu beso, pido tu amar, no hay fuerza superior que una a aquellos lazos que con el paso del tiempo se fueron desgastando hasta cortarse.
Extraño, te extraño, no pienso en dos palabras más simples que éstas. Extrañarte en llantos, en súplicas, en esencia, en pena. Te siento en cada una de mis memorias, aparecés endiosada, dueña de mi sentir, te elevás por sobre mí y me sonreís con esa sonrisa tan poderosa.
¿En dónde estarás? ¿Quién estará a tu lado? Suena esa canción con la que solíamos vernos, esa canción que sonaba bajo, de fondo, para acompañarnos cuando hacíamos el amor. Y yo la susurraba a tu oído, como un poema, como un cielo, te pensaba como un ángel, en acordes de amor te escribía. Suaves y musicales sonaban tus gemidos apasionados. Hoy en día son una grabación de mala calidad que irrumpen en mi mente, y por delante, tu rostro, tu rostro desconsolado, surcado de lágrimas, y yo abrazándote, sintiéndote en peso, pero sabiéndote distante. Sabía que nuestro final era próximo, y no pude evitar besarte con los labios fríos, vacíos ya, somos nada, recuerdos, nosotros ya no existimos, mi carne es peso, es fuerza, pero nada tiene de sentido moverme, si no es para ir a buscarte.
Sé que aún si te buscase y encontrase nada podría hacer para recuperarte. Nuestras almas se unieron, y cuando se separaron dejaron algunos rastros de luz que se fueron consumiendo, mientras mi rostro se hacía un río, un río de dolor. Y esos rastros hoy son veneno, que surca mis venas, envenenando todo deseo ajeno a tu encuentro. Me pierdo en un laberinto sin sentido, me aferro a lo que no existe para sobrevivir en este mundo, la ilusión, la ilusión más bella que he poseído….
¿En dónde estarás hermosa? Vení y besame, en mi lecho, vení, acercate, ya nada soy y nada seré de vos, ¿Porqué en una ciudad de tan pocos kilómetros no podemos encontrarnos, a pesar de que conocemos nuestras direcciones, estamos perdidos en una ciudad, que en algún momento fue el techo de nuestro amor y hoy es la tumba; en la ciudad, por las noches, se sienten los tumultos de las almas que perdieron el amor gemelo y, luego de salir de su cuerpo, se internan en una búsqueda desesperada, se reencuentran y juntas van al paraíso, ¿Cuándo será nuestro momento? ¿Cuándo venceremos los miedos que nos atacan en las noches solitarias? ¿Qué es el dolor, si en mi cuerpo ya no hay sangre? El dolor está en mi alma, clavado, como miles de cuchillos, que me hacen gemir desconsolado en busca de un auxilio, ¿Quién podrá ayudarme? ¿Quién se arrodillará a mi lado y me dirá que todo estará bien? Si en el pozo que estoy hundido nadie puede llegar. En años luz saldré, y cegado por la luz del Sol, tropezaré, pero llegaré a tu ser, nos volveremos a encontrar. Porque tuyo soy, por puro capricho, aunque no somos nada, en este mundo puede que sea eternamente así, no me importará esperar las miles de vidas para que en alguna reencarnación nos encontremos, volveremos a nacer, nos veremos renovados, sanos, fuerte, listos para volver a jugar el juego más peligroso, que me ha dejado malherido, destrozado, borracho, perdido. Perdidos. Perdidos. Perdidos estamos. Perdido estoy. Debo dejar que la fe me arrastre cual marea, debo dejar que las fuerzas de la noche me dominen, debo hacerme de dolor y drenar todo mi penar, para no morir en agonía, para intentar volver a la luz, sin vos…. ¿Habrá luz de nuevo? ¿Habrá vivir sin vos? Mi duelo interminable es un rechinar constante de las puertas del infierno. ¿Ahí terminaré? Entre llamas frías, llamas demoníacas, perdido, caminando en busca de tu ser. Te necesito, no más que eso puedo decirte, te deseo, té, te amo, amar, tristeza y felicidad, la felicidad es triste, la felicidad termina siendo triste pues se va y uno la extraña, así me ha dejado la felicidad, entre las sombras, no puedo olvidar tu cara, tan preciosa, con la beldad divina, con los miles de colores que pintan este mundo, me erijo cual guerrero ante tu figura y caigo sucumbido ante una simple mirada de dolor. Nada puede destruirme más que saber que nuestro tiempo ha terminado.
Y así y todo no he perdido mi amor, ni más ni menos, te amo aún más que ayer, ¿seremos dos no correspondidos entonces?, y si fue así, si mi destino no era amarte, pelearé hasta con él mismo. Moriré consumido, pero sin haber cedido un poco de mi alma a la conformidad. Quiero tenerte en mi vida, aunque no nos correspondamos, si es necesario caer en el delirio infernal por desafiar al destino mismo….
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He cruzado la ciudad en las cuatros estaciones, he subido a la cumbre helada de los rascacielos, he visto miles de Soles morir, he buscado en todos los rincones un rastro tuyo, y jamás te he vuelto a encontrar, pero saliéndome de la ciudad, agonizando, entre el río de barro, me he ido hundiendo, gritando tu nombre con el último aliento de vida. Mi cuerpo volviéndose nada, y yo gritando, implorando que me escuches, que me veas morir, que aunque sea para odiarme, estés a mi lado. Veo a lo lejos las curvas de esa inigualable Dama Negra, la Madre del Dolor, la Madre del Fin, la Muerte viene a mí. Y si ya he desafiado a mi maldito destino durante siglos, desafiaré a la Muerte también. Continúo gritando tu nombre, ahogándome en el pantano infinito, manteniéndome a duras penas en un flote cada vez más débil…
Y al fin te encuentro, has envejecido, muchos miles de años, y yo no he envejecido ni un día, me he quedado atrapado en el dolor, que es quien supera al tiempo, pero me sonríes, y con cierta timidez te desnudas, y te hundes en el barro, pones mi mano en tu pecho, y siento como tus débiles latidos marcan el pulso de nuestro reencuentro, y vos con tu mano en mi pecho, sentimos el último palpitar, y nos hundimos en un beso eterno, sabemos que nuestras almas se unirán, nunca me vas a preguntar porque he tardado tanto, puesto que sabes que jamás dejé de buscarte, ni por un instante. Te amo, y te amaré, ya el dolor ha terminado, por miles de años fue mi compañero, pero nada puede hacerme, ni en la muerte misma, nuestro ser está más allá, hundámonos, hundámonos mi amor, todo ha finalizado. Todo menos nuestro reencuentro, que en la eternidad perdurará.