Dos de la tarde.
Tú en tu vida
yo recogiendo la mía, de la mesa.
Una mañana, toda una mañana servida en un plato.
No hay retórica para desvestir a la rutina de su ligereza.
Me pasa de largo el sueño que dejamos
por hablar de lo que haríamos
debajo del portón de Azucena.
No sé quién es Azucena
pero su sombra tiene moral de monja.
Hagamos el amor en su cama.
dejemos nuestros cuerpos
amontonados
en el altillo en que deja una ofrenda.
Tres de la tarde
Tu voz es un patio para correr desnuda
de tus morfemas, un sol, gravita en mi ombligo.
Susurras en mi pelo, y toda yo amor
toda yo soy un campo sembrado con la fiereza de tu rastrillo.
Uñas, aceite, un lapso para reposar-fiebre-
El tiempo transcurre
Llega la noche
Y tú, estás en la hoja del mundo
que se sabe de nuestra memoria
todo este horal de desencuentros.
Tuya, por siempre