Unos se hacen adictos
al alcohol o al trabajo,
a la tristeza o al tabaco,
a los recuerdos o a la nada,
pero yo, mujer,
yo soy adicto
a eso que escondes
bajo los pliegues de tu falda.
A esas tus piernas blancas
y a ese abrazo que saben dar.
Guárdame de los demás, mujer,
guárdame de sus miradas,
escóndeme por un rato
de este teatro barato
en el que me toca actuar.
Tú también eres mentira
pero por hoy no importa,
creeré en tus senos,
en la curvatura
de la parte baja
de tu espalda
y en los gemidos
de ese
tu amor animal.
Besaré tus pies,
besaré tus manos,
aunque después de un rato
aquellos te lleven lejos
y aquellas de la despedida
me hagan la señal.
Flor de vida,
perfuma hoy mi herida
pero no la sanes,
mejor regresa
cuando empiece a oler mal.
JCEM