Se asomaba el dragón al gran salón,
molesto y sorprendido pues su pequeña de la torre se había ido.
Ahora se deslizaba tranquilamente por el vestidor,
esperando a que su futuro llegase a la habitación.
La pequeña en mujer se había convertido,
más su esencia se llevaba consigo.
Sus coronas y muñecas encerradas con los libros,
habían sido cambiadas por un ramo y un vestido.
El dragón por más que lo impidiera, dejaría de ser dragón,
pues la pequeña ya crecida, en esta gran ocasión
necesitaba de su padre, no de un reptil muy feroz.
Ocurrido ya el cambio, entre nervios y presión,
el padre bajo a ver a su hija y una lágrima derramó,
al verla vestida de novia y a punto de decir adiós.