Un alma intranquila desvelando su cuerpo
marca la senda buscando el fin del camino,
meses vagando en la soledad de un desierto,
tiempo, ese tiempo en que me creí en el olvido.
Su piel fui sintiendo en visitas de luz, elfos,
recibí sus besos de las nubes sin hielo,
sus te amo pude escuchar en ecos del viento,
percibí su aroma en especias de mi huerto.
Estaba allí, tras de mi, con los brazos abiertos;
su mirada única voz, sus piernas sin huesos,
con lágrimas en el pecho, almas sin lamentos,
el amor regresaba en un cuerpo incompleto.
Lo llené de amor y alegrías, sin engaños
ni la misma muerte consiguió separarnos,
cambiando nuestras vestiduras sin dañarnos
soldado en trinchera, dama de los mantuanos.
Fue mutuo el silencio entre sublimes abrazos
quedó mi cabeza en su pecho reposando...
no siempre el silencio nos trae desengaños.