Se llamaba Soledad
Se llamaba soledad
aquella linda muchacha
que se llenaba de gracias
con tanta jovialidad.
Era tierna y apasionada
olorosa como una flor;
por su belleza y su candor
era digna de admirarla.
Se llamaba soledad
la más bella del pueblo
sus labios de caramelo
provocaban ansiedad.
Su mirada apasionante
con su brillo sin igual
era un claro manantial
de belleza deslumbrante.
Sus manos de tersura fina
suaves como el algodón
prodigaban con pasión
caricias apetecidas.
Su alma tierna y hermosa
y una voz dulce que encanta
eran ríos de agua mansa
que cantaba entre las rocas.
Se llamaba soledad
aquella flor en botón
paisaje de ensoñación
por su noble castidad.
Y es que Soledad tenía
tan hermosos sentimientos,
que galanes hubo cientos,
que siempre la pretendían.
Su bella naturaleza
era por todos deseada
pero no la deslumbraban,
esos dones de princesa.
Ya la tarde se arrebola
para aquella flor en mocedad
que por llamarse Soledad
murió en el jardín tan sola.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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